WOJTYLIAN ANTHROPOLOGY: A PHENOMENOLOGICAL PERSPECTIVE OF PERSON AND ACTION
RESUMEN
La presente investigación denominada “La antropología wojtyliana: una perspectiva fenomenológica de persona y acción”, expresa su notabilidad en ese beneficio por buscar la naturaleza propia del problema, subraya su calidad en la necesidad de conocer el perímetro del planteamiento formulado por Karol Wojtyla en proporción a la analogía entre persona y acción, lo que permite observar el modo de realización de dicho cambio, estableciendo el fragmento primordial en la presentación de las definiciones de cada concepto: persona y acción según los clásicos y según la denominación wojtyliana.
No obstante, la investigación llega a una hondura descriptiva y analítica, que permite no solo conocer cómo se expresó anteriormente la circunferencia del proyecto wojtyliano, sino a incorporar y utilizar el nuevo diseño en nuestra conciencia para un mejor desenvolvimiento en el entorno que nos rodea.
Para esto, se buscó primero determinar el planteamiento formulado por Karol Wojtyla, desde la perspectiva fenomenológica en la relación persona y acción frente a la tradición clásica. En segundo lugar, se describe la aproximación terminológica de los planteamientos formulados por la tradición clásica y wojtyliana en la relación acción y persona. Y finalmente, se analiza el planteamiento formulado por Karol Wojtyla en la relación persona y acción frente a la tradición clásica.
PALABRAS CLAVE: Persona, acción, método fenomenológico.
ABSTRAT
The present investigation called anthropology Wojtyliana: a phenomenological perspective of person and action, expresses its remarkable in that benefit by seeking the nature of the problem, underlining its quality in the need to know the perimeter of the approach formulated by Karol Wojtyla in proportion to the analogy between person and action, allowing to observe the way of carrying out said change, establishing the main fragment in the presentation of the definitions of each concept: person and action according to the classics and according to the Wojtyliana denominance.
However, the investigation reaches a descriptive and analytical depth, which allows us not only to know as previously expressed the circulation of the Wojtyliano project, but to incorporate and use the new design in our consciousness for a better development in the environment that surrounds us.
For this, I first sought to determine the approach made by Karol Wojtyla, from the phenomenological perspective on the relationship between person and action against the classical tradition. Secondly, the terminological approach of the approaches formulated by the classical and Wojtyliana tradition in the relation action and person is described. And finally, the approach formulated by Karol Wojtyla in the relationship between person and action against the classical tradition is analyzed.
KEY WORDS: Person, action, phenomenological method.
INTRODUCCIÓN
Dentro del ámbito filosófico, los nuevos métodos, han ocasionado inesperados paradigmas centrales fundamentados en artificios objetivos y/o subjetivos, que revelan gradualmente la potencialidad de proporcionar respuestas racionales a los grandes problemas planteados por el hombre. En ese intento de solución de las incógnitas bosquejadas, han ido brotando nuevas cuestiones con mayor profundidad.
En la historia filosófica, los métodos utilizados, eran, para los grandes pensadores clásicos como Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, el inductivo-deductivo, en los cuales, el primero, consiste en el proceso de remontarse de lo sensible a lo inteligible, de las verdades particulares a una verdad universal, mientras que el segundo, en contraste con ella, consiste en aquel razonamiento que, siendo un proceso, va desde principios universales a enunciados ya universales, ya particulares (Sanguinetti, 2000).
Los modernos como Descartes, Spinoza, Leibniz, utilizan el método deductivo-intuitivo, para la formación de la inteligencia, cuyas características son el ser pura, simple y atenta, una inteligencia que no se encuentre abrumada por la duda, sino iluminada por la luz de la razón, donde su certeza trasciende a la deducción misma (Descartes, 1967).
Los contemporáneos como Husserl, Hildebrand, Stein, Scheler, Hartmann, Wojtyla, utilizan el método fenomenológico, llamado también método de la intuición de las esencias, ideación, la cual se propone revelar lo esencial de los objetos desde los hechos. Este método se desenvuelve a través de tres momentos o fases: la actitud natural, la reducción eidética (paréntesis fenomenológicos) y la percepción inmanente o reflexión fenomenológica.
Sin embargo, en este contexto, se observa un intento de replanteamiento metódico, un nuevo proyecto adecuado, referente a la relación de persona y acción. Es Karol Wojtyla quien presenta un nuevo esquema, gracias al método fenomenológico-hermenéutico, asumiendo la variante realista adoptada por Stein, y específicamente a la gran frase Husserliana ¡Vuelta a las cosas mismas! A través de su obra Persona y Acción, intenta unir dos enfoques fundamentales, como la metafísica y la conciencia (Burgos, 2007).
De esta forma, se invierte la relación establecida por los filósofos clásicos de persona y acción, por la nueva formulación wojtyliana de acción y persona. Además, dentro de esta alteración relacional, se desea aclarar que, en la constitución del sujeto, es la acción quien revela a la persona. No obstante, para la filosofía clásica, era conveniente el estudio de la persona, como primer instante, para luego aterrizar a su acción, y con ello, se fundamentaba que era conveniente primero que la teoría se diera antes que la praxis.
Asimismo, para los contemporáneos la tecné y la praxis son consideradas como las más objetivas, mientras que la contemplación o trascendental es imaginada como aquella que se encuentra llena de subjetividad, por el mismo hecho que observamos o descubrimos a la persona mediante su accionar.
El problema a mostrar, después de todo el contexto espinoso en donde se encuentran la relación entre persona y acción, es ¿Qué planteamiento formuló Karol Wojtyla, desde el método fenomenológico, en la relación persona y acción de la tradición clásica? Para ello, se pretende desarrollar los siguientes objetivos: en primer lugar, y de manera general, determinar el planteamiento formulado por Karol Wojtyla, desde la perspectiva fenomenológica, en la relación persona y acción frente a la tradición clásica. En segundo lugar, describir la aproximación terminológica de los planteamientos formulados por la tradición clásica (en la persona del Doctor Angélico) y wojtyliana en la relación acción y persona. Y finalmente, analizar el planteamiento formulado por Karol Wojtyla, en la relación persona y acción frente a la tradición clásica.
Este artículo se estructura con un primer segmento sobre la aproximación terminológica al opúsculo de persona y acción en Santo Tomás de Aquino y Karol Wojtyla para que se comprenda la analogía entre ambos pensamientos, etc.; luego, un segundo segmento en donde se analiza críticamente el planteamiento de Karol Wojtyla frente a Santo Tomás de Aquino en relación a persona y acción con el sentido de hallar precisiones o diferenciaciones e incluso distancias entre ambos, y; un último, en el que se llega a las conclusiones determinando el planteamiento formulado por Karol Wojtyla, desde la perspectiva fenomenológica, en la relación persona y acción frente a la tradición clásica.
- Aproximación terminológica al opúsculo de persona y acción en Santo Tomás de Aquino y Karol Wojtyla.
Por lo expuesto, cabe ahora presentar cómo Wojtyla analiza los argumentos tomasinos respecto al actuar de la persona y a la persona de ese actuar. Por eso, en su obra Persona y Acción, Wojtyla, presenta un objetivo elemental, que consiste en la reconciliación de la realidad externa con la conciencia de la persona.
Su obra, al no ser un análisis ético, sino netamente antropológico, su sistema metafísico, se funda en una hermenéutica ontológica (Wojtyla 1982). De modo que, no pretende solucionar de forma aislada y parcial el protagonismo de la voluntad en el acto humano, sino colocar los presupuestos de una nueva propuesta antropológica que resuma la relación entre la tradición tomista y el método fenomenológico-hermenéutico.
Wojtyla en su obra, precisa el significado de experiencia, en la que el hombre al tener conocimiento de sí mismo, se convierte en este caso en objeto y sujeto. Es decir, el hombre al conocerse se convierte él mismo en el objeto de estudio de su propio conocimiento, el conocimiento del sujeto (hombre) estudia al mismo sujeto (hombre) convirtiéndose este sujeto en objeto de estudio (hombre), expresado muy bien en las siguientes palabras:
La experiencia del hombre, del yo (del hombre que soy yo), dura todo el tiempo en que se mantiene la relación cognoscitiva, en la que soy, a la vez, sujeto y objeto (Wojtyla, 1982, p.4).
Con ello, nos declara que la experiencia es un hecho de cada persona, singular y concreta, por ser única e irrepetible. Además, refleja que, el conocimiento sensible marca la apertura a la experiencia, que al conocer sensiblemente obtenemos experiencia sensible, para luego experimentar inteligiblemente, es decir, encontramos dos clases de experiencia: sensible e intelectual, donde la primera, constituye el primer contacto con la realidad a través de la percepción fenoménica de los “fenómenos” u “objetos”, para luego involucrar a la inteligencia en esa primera experiencia, de modo que al unirse se realice la experiencia esperada, o sea, el contacto del entendimiento agente con la realidad, concretamente con la forma accidental de la cosa conocida, insertándonos en la búsqueda de la esencia misma de la cosa.
Por eso, Wojtyla considera que si se tiene experiencia consigo mismo, el hecho de conocerse, involucrándose en su interior, debe esforzarle por tener experiencia de todos los demás hombres, asimismo, ellos son sujetos que a la vez son objetos de su propio conocimiento, más aún, son objetos de nuestro conocimiento, sin dejar de ser sujetos (Wojtyla, 1982). Por tanto, la experiencia como sujeto, se impulsa al convertirse en objeto de estudio y, del mismo modo, la experiencia de todos los hombres como sujetos, se impulsa al convertirlos en objetos de estudio, de esa forma la relación cognoscitiva del “yo” no se contrapone a su relación cognoscitiva de los “túes”, que propiamente se convierten en “yoes” al inmiscuirse y descubrirse a sí mismos, en esa trascendencia a su inmanencia. Sin embargo, la experiencia que se tenga de uno mismo, no incluye ni abarca a todos los hombres, ya que, si el yo se conoce, se tiene experiencia de sí mismo, pero no se puedo tener de los “túes” sin antes “ellos” darse a conocer como “yoes”.
Ya Wojtyla asevera que “conviene observar que las distintas personas pueden intercambiar mutuamente los resultados de las experiencias que han tenido en las relaciones con sus semejantes, aun cuando no haya una comunicación directa” (Wojtyla, 1982, p.5). Propiamente, antes de conocer al hombre, se tiene un pre conocimiento de él, claro está, sin tener aún una experiencia de él, como objeto y mucho menos como sujeto. Sin embargo, cuando ya haya adquirido el conocimiento del hombre a través de la experiencia del mismo, puede empezar a tener la propia experiencia de sí mismo. Además, algo que atrajo nuestra atención fue el que “los demás hombres, en cuanto objetos de la experiencia, lo son de distinta manera a como lo soy yo para mí mismo o cada hombre para sí mismo” (Wojtyla, 1982, p.5), es evidente que cada hombre tiene una experiencia del hombre y de sí mismo, su yo, su ego.
Es por eso que para Wojtyla la experiencia es “la participación de la mente en los hechos de la experiencia humana” (Wojtyla, 1982, p.6). La experiencia se da gracias a la participación de la mente en los hechos que se dan en el exterior de ella, es decir, hay una relación entre la mente y el objeto (no mental), real que se encuentra fuera de ella, un objeto extramental, propio de la experiencia humana.
Por otro lado, Wojtyla, en comparación con el Aquinate, comienza por la acción de la persona, mas no por la persona misma para luego llegar a su acción; de este modo, cabe resaltar que esa es la verdadera intención del polaco, cambiar el orden justamente de cómo aparece en su obra, fundamentándolo en que no es la persona quien se debe estudiar primero, sino la acción, ya que esta manifiesta a la persona (Wojtyla, 1982).
Indudablemente, el polaco, concibe a la persona y su acción desde el abarcamiento de la subjetividad del hombre, en donde este al quedar revelado por su acción, hace que en esta experiencia el hombre se nos dé desde dentro, y no solo exteriormente (Wojtyla, 1982).
Esto, nos lleva hacia la concepción de la conciencia, ya que, si la persona se revela por su acción, muestra el interés de la misma realidad dinámica, la conciencia; gracias a que la acción, siempre se manifiesta por medio de la conciencia, lo cual denota que la persona tiene una experiencia interna. Para llegar a esto exclusivamente, es menester primero tener en cuenta que para que la persona pueda expresarse mediante su acción, sea necesario que exista ónticamente (Wojtyla, 1982).
En consonancia, si para Tomás de Aquino la persona humana es el principio de su actuar, para Wojtyla existe la probabilidad de que la acción sirva como punto de partida para conocer a la persona. De este modo, llegamos a la definición de acción por el polaco:
Acción significa lo mismo que acción humana; el nombre acción está relacionado con los verbos actuar y hacer. Acción en el sentido utilizado aquí, equivale a la actuación del hombre en cuanto persona. Mientras que acto humano nos habla de esa acción en cuanto forma específica de devenir, basada en la potencialidad del sujeto personal (Wojtyla, 1982, p.34).
Además, si la acción se entiende en ese actuar consciente. Cuando decimos “actuación consciente”, nos referimos implícitamente a la clase de actuación que tiene relación con la voluntad y es característica de ella (Wojtyla, 1982).
Dentro de todo lo que se viene expresando, aparece la conciencia como el punto referencial e importante para la manifestación de la persona a través de su acción; sin embargo, esa referencia hace que haya un acompañamiento en la acción de la persona, para que evidentemente haya también un conocimiento de la acción realizada, y así afirmar que la acción realizada ha sido efectuada por una persona consciente, más no por una actuación consciente. Esto resalta que la voluntad no es la causa de la acción, sino toda la persona. Ahora pues, tengamos en cuenta que la conciencia “parece ser únicamente un reflejo, de lo que hace y cómo lo hace” (Wojtyla, 1982, p.39). Esto hace pensar que la conciencia refleja lo conocido, pero que carece de un carácter intencional, es decir, soy consciente de que he comprendido, he conocido el objeto cognoscitivo, pero no conozco a través de la conciencia, o sea, “la conciencia es el conocimiento de lo que ha sido constituido y comprendido” (Wojtyla, 1982, p.41).
Ahora bien, la conciencia no es solo reflejo de lo conocido, sino también, la de reflexionar lo conocido, es decir, al reflejar lo conocido, ya se conoce el objeto cognoscible, se es consciente de ese conocimiento, tal es así que, al reflexionar de lo conocido, nos encuadramos en una conciencia reflexiva. Esto conduce a que la persona tiene experiencia de su subjetividad, ya que, si la conciencia refleja lo conocido, luego interioriza lo reflejado de lo conocido, lógicamente el tercer paso sería la inclusión y la captación de lo conocido en el “ego” de la persona.
Por consiguiente, llegamos a la misión de la conciencia, donde esta debe formar la experiencia del hombre, con la finalidad de que experimente su subjetividad (Wojtyla, 1982). En este sentido, se afirma que, gracias a la conciencia, el hombre logra alcanzar la subjetivación de lo objetivo.
Claramente, observamos esa influencia de Husserl en Wojtyla, aunque el polaco considera el método fenomenológico-hermenéutico, fundamentalmente, en su frase llamativa “vuelta a las cosas mismas”, que el polaco lo puede expresar como “vuelta a la persona misma” muy bien reflejada en su libro “volver a la persona”.
Por otro lado, en la tradición clásica, especialmente en la filosofía medieval, concretamente con Boecio, encontramos una definición de persona ya antes mencionada. Y es Santo Tomás de Aquino quien transcribe y adopta esta definición Boeciana. Sin embargo, propone otras que subrayan la existencia de una formalidad en la persona.
No cabe duda, que la persona es libre, y que se encuentra abierto a la razón de ser en cuanto ser. Por eso, “solo la criatura racional tiene dominio de sus actos, moviéndose libremente a obrar; las demás naturalezas por lo que se refiere a sus obrar propias más son actuadas que actúan” (Contra Gentes, 1, 3c. 110).
Dentro de la doctrina Aquiniana, encontramos dos tipos de acción: la acción transitiva y la acción inmanente. La primera indica principio dinámico del movimiento, donde encontramos la presencia propia de la causa eficiente, ya que el efecto que produce u ocasiona es distinto a quien lo realiza.
Aclarando el perímetro de lo que se viene exponiendo, la persona tiene un conocimiento, que viene a ser el agente activo distinto al agente activo de persona. Este agente activo se dirige hacia la realidad concreta y singular encontrada en la “realidad”; de ella recibe un conocimiento encontrado o plasmado en dicha realidad, que viene a ser el agente pasivo en relación a que recibe el contacto del agente activo, el entendimiento, sin dejar de ser un agente activo, en cuanto se encuentra en acto para dar un conocimiento a dicho entendimiento agente activo. Todo ese proceso hacia fuera, ese movimiento hacia el exterior, se llama acción; y es transitiva en cuanto hay una transmisión, es decir un circuito medio o intermedio que se llama trasmisión de información. Paulatinamente, el entendimiento agente activo se dirige hacia el agente pasivo y regresa hacia la mente de la persona llevando consigo la información adquirida de la realidad concreta, es decir, se apodera de su forma accidental de la realidad, del fantasma que la refleja como tal, pero no extrae su esencialidad, sino una figura fenoménica, mas no sustancial, ya que si fuese así la cosa o el ente conocido dejaría de ser o existir, porque estaría apoderándome del principio vital de su movimiento, más aún de la esencialidad que la mantiene en su existencia física. Asimismo, ese entendimiento agente activo es causa de su conocimiento.
Otro ejemplo puede esclarecer aún más la dificultad que trae consigo la explicación precedente, tenemos el mismo agente activo y un agente pasivo, ambas en personas. De modo, que el primer agente activo transmite una información al agente pasivo, y éste la almacena en su interior intelectual. Observamos que el primer agente al transmitir una información se convierte en causa, en cuanto que hay un movimiento de trasmisión, es decir es causa de su movimiento, mientras que el otro, es efecto de ese movimiento concretado en la transmisión adquirida, lo cual le ha beneficiado en obtener un nuevo conocimiento.
Por otro lado, la acción inmanente, llamada más propiamente operación, no ocurre fuera del agente, sino dentro de sí mismo.
Consecuentemente a lo precedente, nos introducimos en el segundo modo característico de la acción, la volición. Donde la inclinación a la unión real, es la característica del querer. (…) La volición implica muchos actos entre los cuales hay un orden de menor a mayor actualidad: el acto de simple volición, el acto de la intención, y el acto del consentimiento y el de la elección (Ger, 1989).
Por consiguiente, en Santo Tomás de Aquino encontramos la clásica distinción entre el actus humanus y el actus hominis. El primero, proviene de la voluntad del hombre, el acto humano elige la presencia de la libertad y la voluntad. De modo que, las acciones realizadas por el hombre, son expresiones de la libertad. Y el segundo, los actos del hombre son indeliberados e involuntarios, que por ende, no proceden de una voluntad.
Observamos claramente que la acción es producida por la voluntad, concretizada en la acción voluntaria; y lo voluntario es lo que de alguna manera procede de la voluntad, siendo querido por ella. Debe pues, no solo ser efecto, próximo o remoto, de la voluntad, sino también ser objeto de ella. Es decir, el voluntario debe pertenecer a la voluntad, no solo efectivamente, sino también objetivamente.
Por consiguiente, con todo el encanto de los pensamientos de Karol Wojtyla y Santo Tomás de Aquino, es momento de concretar en este último apartado los puntos en que el Polaco trasciende al Italiano. De esta forma, se recuerda que es Santo Tomás quien utiliza constantemente la descripción de persona, dada por Boecio: persona est rationalis naturae individua substantia, analizándola muchas veces para utilizarla en sus especulaciones teológicas (Wojtyla, 1998).
Si seguimos al Aquinate en este aspecto, afirmamos que la persona humana se entiende y se acepta comúnmente como individuo, y solo se admite que posee y ejerce su libertad en tanto individuo. Se sostiene que la individualidad es el fundamento de la persona y de la libertad que la persona posee y ejerce. Sin embargo, al aceptar este esquema tomista llegamos a comprender que el sujeto se encuentra compuesto por materia y forma, más aún, si solo hablamos que la persona es solo un individuo o una sustancia individual, estaríamos limitándolo a su dimensión material, ya que la individualidad se funda en la materia, pero eso es insuficiente para llegar a la conciencia de la persona, más aún, a la subjetividad de la misma, es decir, no se expresa adecuadamente la singularidad concreta ni la irrepetibilidad de la persona, porque en esa definición la estamos limitando al ámbito material universal, más no concreta.
Santo Tomás afirma que la voluntad es la causa de la acción de la persona, mientras que Wojtyla manifiesta que no es correcto afirmar lo expresado por el Aquinate, porque no es la voluntad quien causa, sino toda la persona, de ahí que, si para el Doctor angélico el actus humanus era distinto al actus hominis, para el polaco, tanto el actus humanus, por ser humanus, como el actus hominis, por ser hominis, reflejan no la singularidad de la persona, sino su universalidad, de modo que:
Considera otro planteamiento posible: llegar a la acción no desde el concepto de acto – potencia, sino desde el agere, es decir, desde el obrar, ya que la acción humana, en efecto, no es solo una actualización de un principio metafísico, sino el modo a través del cual la persona humana despliega sus virtualidades (Wojtyla, 1982, p.127).
Es Burgos (2007) quien nos inserta de manera convincente en el perímetro reflexivo y comparativo de estos dos grandes pensadores: La perspectiva tomista se centra en la voluntariedad, un aspecto esencial, pero induce a pensar que el acto humano es un acto de la voluntad; sin embargo, esto no es así; el acto humano es un acto de la persona, siendo ella misma en su despliegue dinámico. Por eso, frente al término de actus humanus o actus voluntarius, Wojtyla prefiere y privilegia el término actus personae, indicando que es la persona quien actúa y la que está implicada, al menos en una acción que sea digna de tal nombre y no un mero movimiento vegetativo, instintivo o somático.
Por tanto, observamos que Wojtyla no empieza su estudio de la persona, tal y como lo hace Santo Tomás de Aquino, sino que este se vale del método fenomenológico, lo cual le lleva primero a la esencia misma de la persona en su acción, su conciencia de que actúa, y que esa acción es consciente.
Referencias Bibliográficas:
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Barrio, J. M. (2000). Elementos de antropología pedagogía. (2a ed.). Madrid: Rialp.
Burgos, J. M. (2007). La filosofía personalista de Karol Wojtyla. Madrid: Palabra.
Descartes, R. (1967a). Obras escogidas: meditaciones metafísicas. Buenos Aires: Sudamérica.
Descartes, R (1967b). Obras escogidas: reglas para la dirección del espíritu.
Gran Enciclopedia Rialp. (1989). Madrid: Rialp
Wojtyla, K. (1982). Persona y acción. Madrid: Bac.
Wojtyla, K. (1998). El hombre y su destino: ensayos de antropología. Madrid: Palabra.
Sanguinetti, J. (2000). Lógica. (6ª ed.). Pamplona: Eunsa.
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